Hay paisajes donde los fogones frente al mar son enormes y las chispas vuelan lejos antes de caer en tierra o arena, sobre el pasto verde oscuro de la noche.
El sonido altisonante de las voces y las risas se escuchan desde lejos, el crepitar de las maderas las ocasionales explosiones entregan el olor de las resinas.
Sentados reciben el calor en los semblantes, las manos, el torso, las piernas y el frio cortante en sus espaldas.
Titilan las estrellas.
Las sombras de los cuerpos son cortas, largas, ensambladas, y se apoyan sobre el suelo desparejo dibujando figuras de animales, de monstruos y fantasmas.
Hay paisajes donde las mujeres no temen a los hombres.
El mar cesa, las olas se aquietan, los peces aceptan esperando algún suceso.
Los vientos eternos de tanto ir y venir en su cansancio dejan de empujarse, descansan, la naturaleza se sumerge en el sueño del poeta.
No es posible retornar de la poesía, vivir sin ella.
Hay paisajes donde la gente es buena.
Nadie elige su paisaje y al elegirlo se afirman en el suelo sus piernas
Nadie elije con quien vive a cada instante y recupera el horizonte
Hay paisajes donde los fogones son enorme y las chispas vuelan.